Tú también puedes romper tus límites.
Siguiente post y ya estoy rompiendo lo que te prometí en el anterior.
Dije que iba a escribir para entrenadores como tú y este post no va expresamente para tí, aunque probablemente la historia que hay detrás pueda llegar a interesarte.
Este va para la otra cara la de la moneda, para cada uno de los que están detrás de ti, o todavía no lo están pero quieren hacerlo y tienen alguna duda de lo que les puedes aportar como profesional.
Te voy a contar lo que he hecho el fin de semana pasado, además así podrás conocernos un poco mejor, que siempre nos pica un poco la curiosidad.
Amanecía un día espectacular en Raxó (Pontevedra), lugar de retiro espiritual para mí durante 3 días al año. Días en los que Luis (desarrollador de T2G) me invita muy amablemente a disfrutar del verano.
Allí la vida es otro mundo, las horas no duran 60 minutos, y los días no pasan de lunes a viernes. Allí la vida es más intensa, donde te fundes con el momento presente y te olvidas de que el mundo gira.
Pero esta vez había algo distinto. Esta vez coincidía que en esas fechas había una travesía al otro lado de la ría. En Moaña. 1900 metros que desafiarían nuestro estado de forma.
Esta travesía nos llenaba de ilusión ya que sería la primera para los 3. Luis, su novia Chus, y yo. A mí me hacía especial ilusión ya que este año estaba progresando muchísimo en el agua.
Hacia allí nos dirigimos, un día espléndido nos recibía también del otro lado de la ría (no siempre es así) y nos plantamos en la inscripción de la prueba, sorprendidos por el ambientazo que había (al final 300 participantes).
La start list parecía de las series mundiales de triatlón. Nombres como Javi Gómez, Herny Shoeman, Pablo Dapena, Crisanto Grajales, Antonio Serrat, Diego Paz, Uxío Abuín, Fernando Alarza, María Ortega, Melina Alonso, Anneke Jenkins, Gaspar Riveros o Richi Marrero entre otros, daban un nivel absolutamente increíble a la prueba.
Sin apenas tiempo para calentar unos 200m, nos despedimos los tres ya que en el agua sería difícil localizarnos. Deseándonos suerte para con nuestros respectivos objetivos, cruzando unas miradas cómplices a falta de unos segundos para el bocinazo.
Empezaba la fiesta, y aquí la película sería distinta para cada uno, os contaré la mía.
Partía con el ambicioso objetivo de bajar de la media hora. Los 25:30 registrados en el ultimo tri olímipico de hacía mes y medio, y con los 400 metros de más que tenía la travesía con respecto al tri, no hacían presagiar que lo pudiese lograr. Pero tenía claro que quería salir a sufrir desde el metro 1, concentrado, y tratando de buscar algo que nunca consigo, unos buenos pies.
Así me metí en el mogollón, los primeros 400m +/- transcurrieron en él. Un mogollón bastante respetuoso en el que los golpes eran la excepción. Esto me sorprendió muy positivamente.
Transitaba por la ría de Vigo sin ver ni lo más mínimo, y dejándome llevar por el rebaño, confiando en el buen hacer del que pudiese llevar las riendas del grupo.
Así llegué a la primera boya, boya que sorprendentemente volví a sobrepasar sin recibir golpe alguno.
Enfilamos la segunda parte de la travesía, ya con un grupo más estirado, y una velocidad crucero que por momentos me pareció cómoda. Además al haberse estirado el grupo, íbamos de uno en uno. Y por fin ¡! Conseguí ir a pies durante por lo menos otros 300/400 metros.
Era la primera vez que lo conseguía en los 7 años que llevo en el triatlón. Por lo menos de forma tan clara y continuada.
Pues bien, ahí fue donde realmente me dí cuenta de lo que se gana a pies. Siempre supe, sobre todo en piscina (porque ahí si los doy seguido bien), que unos buenos pies te pueden hacer ganar hasta 5 segs cada 100, y esta vez lo estaba comprobando en mis propias carnes en aguas abiertas.
En ese momento ya estaba levantando la cabeza de vez en cuando para cerciorarme de que “mi guía” estaba haciendo las cosas bien. Y así era, lo estaba haciendo muy bien, tan bien que iba realmente cómodo, digamos que al 75%. Así que volví a levantar la cabeza hasta localizar un pequeño grupo a unos 20 metros delante de nosotros.
Al abordaje ¡! –me dije- y decidí salir de la confortable situación en la que me encontraba para aspirar a más, quería más. Sobre todo de lo que tenía miedo era de llegar a meta, y tener la sensación de no haberlo dado todo. Probablemente lo peor que te pueda pasar (excluyendo desgracias).
No tardé ni 10 metros en darme cuenta del error que había cometido, me costó sangre sudor y lágrimas sobrepasar a mi “querido guía protector”. Pero decidí por lo menos, ofrecerle mis pies para darle así un relevo.
Así llegamos a la siguiente boya, y última antes de volver a enfilar la vuelta. Boya en la que me dí cuenta, de que no tenía a nadie detrás, y el grupito de delante se había alejado y estirado.
Así que me tocaba enfilar los últimos 500metros sólo ante el peligro, y con un nivel de dolor de hombros ya considerable. En estos momentos me acordé de lo que tanto me repiten Jose Rioseco y Antón Ruanova. “Cuando vayas jodido de hombros, aumenta la frecuencia de recobro para poder seguir a la misma velocidad”.
Así lo hice, y concentrado en la técnica logré acercarme a algún descolgado del grupo precedente.
Enfilando ya el final, noto como me pasa alguien por la derecha, respiro aliviado pensando que podré disfrutar de los últimos metros “a rueda”. Pero no lo consigo, la fatiga es tan evidente que no soy capaz ni de cogerle los pies. ¿Voy yo tan petado o este me ha pasado como una moto? –me pregunto-
Pero ya quedaba poco, 100m como mucho. Otra vez aparecen otros brazos sobrepasándome por la derecha, y me digo, no, este no pasa. A muerte hasta el final.
Lo conseguí, no me adelantó. El único problema fue que la meta estaba en seco, en el espigón, y cuando salí del agua medio mareado por el esfuerzo, me caí. A día de hoy sigo con el dedo a la virulé. Lo cual hace más épico si cabe dicho final de travesía 🙂
Después sólo me quedaba esperar a ver la llegada de Luis y Chus, que se preveía apasionante.
Finalmente Chus le mojó la oreja a Luis por 1 minuto. La batalla para la próxima está servida.
Y después de tragaros todo esto pensareis, y habrá conseguido después de tanto esfuerzo bajar de la media hora????
Pues SÍ ¡!!! 28:50 para ritmo de 1.31. Más contento imposible.
Con esta historia quería demostrar a todos aquellos que no creen, o no están convencidos de si un entrenador personal les puede ayudar.
A mí me ha ayudado muchísimo. Nadando los mismos metros que el año pasado (6-7km semanales) le he metido un buen mordisco al crono.
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Estoy seguro de que merecerá la pena.